miércoles, 3 de octubre de 2012

El superhéroe está triste, ¿qué tendrá el superhéroe?

Que en los últimos tiempos las películas de superhéroes están de moda, es más que una perogrullada. Un vistazo a la cartelera de la última década nos ha remozado a Superman, Batman, Spiderman, otra vez Superman, otra vez Batman, Hulk por partida doble, Thor, Iron Man, los X-Men en algún momento, y la Liga entera de los Vengadores (por no hablar de la Liga de los Hombres Extraordinarios, en la que alguno nos temíamos que Sean Connery por fin acabaría por estirar la escocesa pata). Seguro que se me olvida alguno.

Explicaciones simplonas del fenómeno: los guionistas de Hollywood no tienen imaginación (topicazo primero); la gente lo está pasando muy mal por muchos motivos y necesita alejarse de la realidad (topicazo segundo).

Personalmente me inclino por la segunda y simplista conjetura, porque la primera es algo que ya sabíamos muchos y que lleva ocurriendo desde los tiempos de Griffith. Ahora bien, lo que he notado y además me molesta, como buena consumidora de cine palomitero (no sólo de Bergman vive el hombre) es que los supercachas de los últimos tiempos, aparte de su vida secreta, su cuestionable gusto por las mallas y las licras y su incapacidad para que las novias les duren más de quince minutos, van arrastrando un tremendo angst existencial que permea toda la película.

De este modo, el Batman de Christopher Nolan es más oscuro que su título. Lobezno se pasa la trilogía entera enfadado con el universo... y luego están los Watchmen.

Según fuentes fidedignas (es decir, la Wikipedia) Alan Moore creó el comic con el fin de abordar las ansiedades contemporáneas y criticar el concepto de superhéroe. Una interesante aproximación si no fuera porque, en serio Alan, estamos muy tocados por la crisis, el desempleo, el calentamiento global y otras lindezas. Reivindico mi derecho a que el superhéroe que me salve al menos finja que se divierte y por favor, que no me cuente sus penas. Yo soy la que está para el diván del psiquiatra.

Puro divertimento, repito, es lo que el mundo necesita ahora, y héroes que no piensen demasiado, no sea que se hagan daño.

Lo curioso de todo este asunto es que Pixar rodó en 2005 una pequeña delicia titulada Los increíbles, en la que también se ponía en entredicho la idea del héroe superpoderoso y además, el público se iba a casa con una sonrisa, y no con ganas de darle al Doctor Manhattan un paquete de kleenex (y unos pantalones).

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