martes, 10 de enero de 2012

Y a la vuelta, cine y literatura.

Las vacaciones son, para algunos de nosotros, ese período en que nos desentendemos del mundo laboral y nos arrojamos en brazos del ocio (cacofónico pero gráfico), aunque se trate de un ocio tradicional, casi trasnochado. Y es que la lectura y el cine comienzan a entenderse en algunos ámbitos como pasatiempos para viejos. No sabéis lo que os perdéis, adictos al tuenti: cualquier novelucha de tres al cuarto (bueno, casi cualquiera) y cualquier película palomitera condensan en el tiempo en que se tarda en leerla o visionarla más divertimento (y con frecuencia más interés) que las fotos de la prima Samanta en el cumpleaños de la otra prima Desirée (todas con el mismo escote, el mismo recogido y el mismo morrito a la cámara).

Cuando además se trata de productos de calidad que se desdoblan en su versión impresa y audiovisual, el entretenimiento y el goce se multiplican exponencialmente. Tenemos la fortuna de que estas navidades ya pasadas nos han traído dos películas fabulosas con apoyo novelesco y biográfico y que ni más ni menos que Martin Scorcese nos prepara una delicia llamada La invención de Hugo, que será la primera protagonista de esta reseña.

La primera aventura tridimensional del maestro Scorcese se basa en un bellísimo libro titulado La invención de Hugo Cabret de Brian Selznick (DEL CUAL TENEMOS DOS VERSIONES EN NUESTRA BIBLIOTECA, UNA EN LENGUA INGLESA Y OTRA EN CASTELLANO). Dicha obra, que está magistralmente ilustrada por el propio autor cuenta las andanzas de un niño (Hugo, obviamente) que por una serie de azares llega a conocer en persona nada más ni nada menos que... al mismísimo George Méliès, el primer director de cine que lo concibió como algo más que un retrato documental de la sociedad y desató su imaginación en películas que aún hoy nos dejan sin aliento (petición al seguidor cinéfilo: ¿se podría organizar un cineforum en torno a Viaje a la Luna?).

De los inicios del séptimo arte saltamos a la guerra fría y nos topamos con El topo, revisión cinematográfica de Tinker, Tailor, Solider, Spy de John Le Carré. Con música de Alberto Iglesias y una impecable dirección de Thomas Alfredson, nos reencontramos con el inefable George Smiley en su implacable empeño de desvelar el agente doble que está a punto de derribar los cimientos del MI6. La película (y la novela) es densa, intensa y complicada; pero la interpretación de los actores es tan maravillosa que merece la pena adentrarse en el asfixiante mundo del espionaje británico y aún dejarse contagiar por el escepticismo de muchos de sus apóstoles; además, para los que aún opinan que el único y genuino Smiley fue aquel interpretado por Sir Alec Guiness, es obligatorio dejarse seducir por un Gary Oldman al que le basta sostener el plano en silencio para hacer el personaje completamente suyo.

Nuestra última recomendación se cifra en un personaje real que disgusta a muchos pero cuya revisión cinematográfica ha encantado a casi todos. Hablamos de The Iron Lady, dirigida por Phyllida Lloyd, que repasa la vida de Margaret Thatcher interpretada por Meryl Streep. No hemos podido averiguar si los guionistas se basaron en The Downing Street Years, de la misma Thatcher pero igualmente recomendamos la obra. A veces, la mejor manera de exorcicar los demonios es conocerlos; y en cualquier caso la película bien merece un visionado, siquiera por contemplar la magnífica interpretación de Streep.

Para terminar: sabemos que uno de nuestros cuatro seguidores apenas ve otra cosa que películas mudas. Esperamos su reseña de The Artist en este blog...

No hay comentarios:

Publicar un comentario