viernes, 4 de marzo de 2011

Solos ante el peligro (I).

Los libros están llenos de historias de niños y jóvenes en peligro. Desde Hansel y Gretel (cuyos padres no hubieran superado una evaluación por parte de un asistente social) hasta Harry Potter, pasando por David Copperfield, se diría que hay autores que tienen una especial predilección por someter a sus jóvenes héroes a sufrimientos sin cuento. Será porque, como dice Nanny Ogg, “un poco de terror indiscriminado en la infancia ayuda a endurecer el carácter”. Si quires más gachas, debes ganártelas, muchacho/a.

Te llamas Stanley Yelnats, y la mala suerte te persigue desde antes de nacer. Literalmente. Ya tu abuelo demostró tener una capacidad especial para estar en el momento equivocado y en el lugar equivocado, habilidad que tú no sólo has heredado, sino que has logrado llevar a cimas de perfección. Por ello, eres acusado de un delito que no has cometido y, como sólo podía ocurrirte a ti, eres sentenciado a pasar 18 meses en un extraño campamento para delincuentes juveniles a cargo de una psicótica vigilante con una rara afición por los agujeros. Por hacer que los caves, más bien. Por si esto no fuera poco, tendrás la oportunidad de conocer a personajes tan fascinantes como Sobaco, Calamar o Rayos-X.  Y cavarás agujeros. No sabes exactamente qué tiene qué ver este ejercicio con la mejora del carácter (qué obsesión de los adultos, ¿será que los niños nacen con defectos de serie?), aunque la insistencia de la Vigilante en que el equipo de cavadores no deje metro cuadrado del desierto sin agujerear es más que sospechosa...

La novela se titula Holes (no podía ser de otra manera), y su autor, Louis Sachar, comenzó su carrera profesional con un trabajo tan peculiar como el de vigilante de recreo en un colegio de primaria. La observación de hasta qué punto los niños y jóvenes piensan y actúan con una lógica irreprochable mientras que los adultos se deslizan irremisiblemente hacia el lado surrealista de la vida le llevó a estrenarse como autor con una serie de historias sobre un colegio de treinta pisos de altura con una sola aula por planta (un error del arquitecto, un adulto, como era de esperar). En Sideways stories from Wayside School, los niños son los únicos adultos del relato mientras que los adultos... bien, en Holes, el patrón se repìte. Si bien la historia de Stanley no es, no puede ser tan divertida como la de los alumnos de Wayside, Stanley y sus compañeros afrontarán su adversidad con sentido del humor y una madurez envidiable. Los pedantes llamarían a esto una novela de rito de paso. Nosotros nos conformamos con releerla de cuando en cuando y disfrutar una y otra vez de las andanzas del gafe de Yelnats...

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