lunes, 28 de febrero de 2011

Los vampiros no son buenos ni guapos (lo siento, chicas).

La reciente y aún no pasada de moda tendencia a hacer de los vampiros personajes pletóricos de misterio y atractivo (entérate, Stephenie Meyer, Anne Rice lo lleva haciendo más tiempo y, algunos opinamos, mejor que tú) nos ha llevado a plantearnos seriamente un contraataque literario. En este post nos proponemos recordar, así como recomendar, aquellas obras en las que los vampiros aparecen retratados como lo que son: unos chupasangres despiadados con la misma empatía que un oso gris con dolor de muelas. Y, por supuesto, sin frivolidades romáticas: los vampiros matan. No se enamoran de torpes adolescentes perdidas por los bosques de Oregón, ni, ya que en ello estamos, brillan al sol como diamantes. Se achicharran. Y les está bien empleado.

Recordemos brevemente al padre literario de todos los vampiros, el insigne Drácula de Bram Stoker, que ni era conde, ni llevaba capa ni pronunció jamás en el libro ese impagable “I never drink wine” de la película de Tod Browning. Merece la pena revisitar este experimento literario en que los diarios de los personajes implicados construyen una trama fascinante y, sin duda, romántica al estilo de la época, cuyo espíritu Coppola supo recoger mejor que nadie en su Drácula de Bram Stoker de 1992.

Damos un salto cronológico de más de cien años y nos asomamos a la que probablemente es la primera familia vampírico-disfuncional de la historia de la literatura, los Magpyr, en Carpe Jugulum de Terry Pratchett (1998), la vigésimo tercera novela de su exitosa serie del Mundodisco. En esta historia, los Magpyr pretenden hacer creer que lo vampírico es bueno, amable, socialmente aceptable y aún deseable y, sobre todo, glamuroso. Por suerte, Granny Weatherwax, la matriarca indiscutible de las brujas de la comarca si las brujas se pusieran de acuerdo el tiempo suficiente para nombrar una matriarca, no cae en su red de mentiras y se propone la destrucción de los vampiros, en un duelo a muerte si es necesario...

Más recientemente, en 2009, el cineasta mejicano Guillermo del Toro se alía con Chuck Hogan, conocido autor norteamericano de novelas juveniles, para producir la primera entrega de la trilogía vampírica más sangrienta del momento, The Strain. Con la segunda parte recién publicada (The Fall), Del Toro y Hogan retratan la invasión del mundo por una horda de vampiros despiadada, salvaje y tan eficaz como la peor de las plagas. La humanidad está seriamente amenazada en este retrato casi clínico del fin de la raza humana y con abundantes homenajes a Stoker. Con la trilogía aún por completarse, los seguidores de las aventuras del Doctor Goodweather no sabemos si los seres humanos tienen futuro en este Nueva York post-vampírico en que el mal se pasea a placer encarnado en seres verdaderamente horripilantes...

Acabamos este post con las recomendaciones habituales: nunca  te fíes de ellos, nunca les mires a los ojos, nunca te creas que se han reformado y que desean ser buenos... y , si bien los ajos y los crucifijos no siempre funcionan, nunca, nunca, te dejes la estaca en casa.

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