jueves, 10 de marzo de 2011

Solos ante el peligro (II).

En las historias con niños, sobre niños, a veces son ellos mismos los que se meten en líos. Con lo cual la historia con frecuencia se desarrolla como una larga cadena de desgracias a través de la cual el joven héroe “aprende la lección”, “madura y crece”. Te está bien empleado, guapa, no haber abierto la cámara secreta.

En otras ocasiones, son los adultos los que provocan la desgracia, bien con pleno conocimiento de causa (el niño con el pijama de rayas sería el caso extremo), bien por ignorancia o estupidez (qué madre descerebrada envía a su joven hija a visitar a su abuela, que vive sola en medio del bosque).


No obstante, los casos más llamativos serían aquellos en que papá y mamá condenan a sus hijos al infortunio con la mejor de las intenciones. A veces se mueren antes de tiempo (como nos cuenta Lemony Snickett) con lo cual no se los puede culpar. A veces, tienen ideas peregrinas: “Eh, familia, como me he quedado sin trabajo he pensado que sería genial dar la vuelta al mundo en un barco de vela...” y a la menor oportunidad una tormenta tropical te arroja al agua por la borda sin más compañía que tu perro. Gracias, papi. La próxima vez que tengas una idea, guárdatela en el disco duro.


Esto es precisamente lo que le ocurre  a Michael en Kensuke's Kingdom, de Michael Morpurgo. Michael se encuentra abandonado a su suerte en una isla en las inmediaciones de Papúa Nueva Guinea que no está desierta del todo, lo cual es mucho más terrorífico. Al fin encontrará a su misterioso benefactor. Un anciano médico japonés que perdió su familia en el bombardeo de Nagasaki. El resto del relato es el tema de muchos telefilmes de sobremesa, pero sin su blandenguería: Michael y Kensuke aprenden realmente a convivir y uno encuentra en el otro la familia ausente, con los altibajos que produce vivir en familia. Sin embargo, no todo va a ser armonía y felicidad. Hay unos traficantes de animales que amenazan no sólo a los primates de la isla sino a sus habitantes humanos.


Michael Morpurgo es un afamado autor de literatura infantil y juvenil que sabe abordar asuntos difíciles sin caer en la sensiblería. La vida es dura, para sus héroes también, y Morpurgo lo cuenta sin remilgos. Es por ello que sus historias son tan genuinas: todos los personajes llevan algo de nosotros, porque todos nosotros hemos pasado por momentos difíciles. Y como nosotros, los superan a su manera, con risas y con lágrimas, sin pretender alzarse como modelos de comportamiento ni agobiarnos con moralejas. Habrá que leer esta magnífica novela para averiguar si Michael recupera a su familia biológica y, sobre todo, para disfrutar con el sorprendente final.

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